Teatro Vícar

Arquitectos: Gabriel Verd, Nicolás Carbajal, Simone Solinas
Colaboradores: Francisco Duarte (Estructuras), Dimarq (Instalaciones), Antonio Alfonso Pérez Moreno (Asesoría Jurídica), Víctor Batán y Eduardo Vázquez (Arquitectos Técnicos), HALSA (Constructora)
Año: 2001 (concurso), 2006 (proyecto), 2007 (fin de obra)
Cliente: Junta de Andalucía (Consejería de Cultura), Diputación de Almería, Ayuntamiento de Vícar.
Superficie construida: 3.542 m2
Presupuesto: 5.173.890 €
Fotografías: Roland Halbe, Isao Suzuki, Carl Lang

El proyecto de este Espacio Escénico se sitúa en Vícar, un poblado típico de colonización en un inconfundible paisaje llano a los pies de la Sierra de Gádor, una peculiar extensión de plásticos, un mar artificial de invernaderos que llega a confundirse en sus límites con el verdadero.

El solar destinado a la construcción es un vacío situado entre edificios de uso público: el Colegio, la Casa Consistorial, el Centro de Salud y el Mercado de Abastos. El espacio urbano del que forma parte resulta del modo de implantación libre de cada edificio en la parcela, un espacio sin forma, disperso, podría decirse residual, a diferencia de la trama que le sirve. Establecer un nuevo orden, más amable, en las condiciones de este lugar inhóspito, ha sido una de las intenciones básicas del proyecto.

Así y dadas las generosas dimensiones del solar, se procuró una ordenación del conjunto que situara con lógica los usos propios del Espacio Escénico y generara espacios públicos a disposición de la ciudadanía; una ocupación que pensamos permitirá la versatilidad de usos, una utilización flexible de los espacios, salas de ensayos-patios, vestíbulo-exposiciones-plaza, cafetería-veladores etc.

Más que un edificio exento, como pueden serlo los adyacentes, se trata de una pieza urbana donde el espacio público penetra, se integra y complementa al teatro. Dadas las características del edificio y las particulares condiciones climatológicas del lugar se prestó especial atención a la creación de espacios de transición entre el exterior y el interior, espacios situados entre y bajo lo edificado, en los que se posibilite la reunión, el encuentro y la participación.

El conjunto descansa sobre un basamento elevado, a la manera clásica, con la intención de situarlo en un plano elevado que subraye su singularidad y reducir, en lo posible, la excavación necesaria para el semisótano. La transición entre cotas se realiza mediante un sistema de rampas y amplias escalinatas.

Los accesos de público se producen bajo el gran pórtico de la fachada NE, desde la plaza delantera: un lugar que permite de un lado el necesario distanciamiento de los edificios que le rodean y de otro la acumulación de personas en horario de representaciones; un espacio libre previo aconsejable en cualquier edificio público, un espacio representativo propio que potencie sus cualidades de edificio singular. Se ha dado prioridad a las miradas cruzadas, ofreciendo siempre una gran variedad de puntos de vista.

La sala tiene capacidad para cuatrocientos espectadores. Se trazó un graderío continuo (con pendiente variable), considerado óptimo tanto por razones de visibilidad como por su comportamiento acústico, ya que evita las zonas sordas que provocan anfiteatros y secciones de salas similares. Sobre ella y en todo el perímetro una galería técnica y la cabina de proyección y control.

La caja escénica, como fábrica de lo imaginario, necesita al igual que aquella de un correcto funcionamiento; ello implica unas dimensiones concretas de sus elementos y una determinada organización que no debe ignorarse.

La estructura de muros-pantalla y losas de hormigón armado se plantea como una gran lámina que dobla en todas las direcciones dando forma a los espacios construidos. Sobre ella y paralela a esa se superpuso una segunda, más fina, ligera y de cobre. Se dedicó especial cuidado a controlar el tamaño de las piezas, su orientación, textura, brillo y oxidación. Se utilizaron dos aleaciones conjuntamente al cobre natural. Un material que cambia con la luz y con el paso del tiempo dando un carácter propio a la edificación. Durante el amanecer los colores del cobre son más fríos; con el paso del día las sombras se cortan con fuerza sobre sus superficies y los reflejos son muy potentes, mientras que al atardecer se transforman en colores más cálidos y rojizos, variando todavía una vez más durante la noche hacia el verde-azul. El uso noble del material potencia aun más la representatividad del edificio en un sitio como este, donde el carácter colectivo se refleja en sus instituciones.